“No tengo fuerzas para mover la mano ante tal desgracia. El mundo ha perdido su más noble ornamento. Era el espejo de todas las virtudes, el escudo del inocente y la vengadora espada contra los malvados”. Con estas sentidas palabras, D. Pedro Mártir de Anglería escribía al Sr. Arzobispo de Granada, la misma tarde del 26 de noviembre de 1504, fecha en que el cáncer vencía a la más virtuosa reina que floreciera en España.
Isabel la Católica ha sido reconocida universalmente por su epopeya misionera y evangelizadora de las Américas, por su cruzada liberadora de las tierras cristianas ibéricas, por su amor por los nativos americanos a quienes prohibió esclavizar, casando a las nobles hijas de los naturales con la nobleza castiza española.
Sin embargo, hay un hecho que habla de la renombrada caridad de la Sierva de Dios, próxima a ser elevada a los altares en reconocimiento por su santidad.
Compadecida por los sufrimientos de los heridos en las guerras de liberación de España de la opresión musulmana, pagó cirujanos para que siguieran la marcha del ejército y curaran a los soldados heridos en el mismo campo de batalla, evitándoles el sufrimiento del traslado a ciudades y las muertes provocadas por el retraso de atención.
Así ordenó y costeó con su propios recursos, el levantamiento de seis grandes tiendas, llamadas el “Hospital de la Reina”. En ellas se colocaron camas y dividieron pabellones para las operaciones médicas, así como se dispuso del material de cirugía.
Tal magnanimidad le valió pasar a la inmortalidad como la creadora de los hospitales de campaña, de uso tan universal que se hace inconcebible un ejército sin tan humanitaria disposición para sus batallas.
Isabel la Católica ha sido reconocida universalmente por su epopeya misionera y evangelizadora de las Américas, por su cruzada liberadora de las tierras cristianas ibéricas, por su amor por los nativos americanos a quienes prohibió esclavizar, casando a las nobles hijas de los naturales con la nobleza castiza española.
Sin embargo, hay un hecho que habla de la renombrada caridad de la Sierva de Dios, próxima a ser elevada a los altares en reconocimiento por su santidad.
Compadecida por los sufrimientos de los heridos en las guerras de liberación de España de la opresión musulmana, pagó cirujanos para que siguieran la marcha del ejército y curaran a los soldados heridos en el mismo campo de batalla, evitándoles el sufrimiento del traslado a ciudades y las muertes provocadas por el retraso de atención.
Así ordenó y costeó con su propios recursos, el levantamiento de seis grandes tiendas, llamadas el “Hospital de la Reina”. En ellas se colocaron camas y dividieron pabellones para las operaciones médicas, así como se dispuso del material de cirugía.
Tal magnanimidad le valió pasar a la inmortalidad como la creadora de los hospitales de campaña, de uso tan universal que se hace inconcebible un ejército sin tan humanitaria disposición para sus batallas.
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